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sábado, 16 de abril de 2011

BIG MY SECRET



Era pronto por la mañana pero ya brillaba el sol. Yo iba en la parte trasera del Volvo familiar. Mi mirada se perdía con el paisaje. Nos dirigíamos a un pueblecito llamado Enkhuizen, a visitar a la anciana y encantadora señora Gretchen, la mujer con las orejas más grandes del mundo. Los auriculares apenas se separaban de mis oídos por los albores de mi post-adolescencia, y la banda sonora de la película The Piano, que ya me dejara clavada en la butaca del cine, me sumía ahora en un dulce letargo. Aunque los baches del camino, la brisa que colaba las fragancias del bosque por la ventanilla entreabierta me impidieron dormir, erré los ojos. Las notas del piano pronto se transformaron en palabras. ¿ Cómo definir aquel suceso? Aun hoy, doce años después, no puedo explicarlo. La melodía era Big My Secret y me habló, y yo escuché. ¿ Qué me dijo aquella dulce y melódica voz? Nunca he podido recordarlo, pero si cierro los ojos y me concentro puedo acercarme al lugar al que aquellas palabras me llevaron y mesaron mis cabellos transportándome a un estado de paz y felicidad absoluta.
Abrí los ojos. Miré a Thijs que a su vez me miraba fijamente, Steiny también me observaba atónita desde el asiento del copiloto, y Wout, por el espejo retrovisor posaba su mirada en mi sin pestañear. Había estado hablando durante mis ensoñaciones. ‘No os lo vais a creer’ Dije sonriendo y aun embriagada por las palabras que sin dejar se ser notas habían traspasado la barrera de lo comprensible ‘ La música me ha hablado, ha sido maravilloso’
Les hice escuchar la melodía, pero uno por uno solo escucharon el sonido del piano. Nada más. Yo misma he vuelto a escuchar Big My Secret en incontables ocasiones después de aquel suceso, y siempre he encontrado al piano esperándome, sólo. Pero algunas veces me ha parecido que aquellas maravillosas palabras que un día me hablaron venían de nuevo a mi encuentro y me llevaban a aquel lugar desde el cual veo un mundo que... no, no me atrevo a hablar de él. Miento. No sé cómo hablar de él.

Vivir algo que no puede ser explicado te hace sentir impotente hasta que las lágrimas se abren paso para narrar así otra emoción, una que sustituya a lo inexplicable, algo más cercano, más mundano y tangible. Pero por otro lado, tras años haciéndome la misma pregunta he llegado a la conclusión de que hay cosas que no desean ser explicadas, que por el contrario desean existir por y para uno, nadie más puede sentirlas. Crecen en nuestro recuerdo pero sin concedernos plenos derechos sobre ellas. Sólo puedo decir que se que hay un lugar, más o menos cerca de todos nosotros, en el que las palabras no pueden ser repetidas, ni siquiera escuchadas, sólo sentidas.

Llegamos al pueblecito y las alegres casas de cuento nos saludaron, Gretchen nos recibió sonriente. El mar mecía en calma a los barcos anclados en el puerto donde acaba un país, el sol brillaba y las gaviotas revoloteaban, el aroma de las flores bañaba todo a su paso de la mano de una suave brisa estival, y las notas del piano cobraban vida en un lienzo de incomparable belleza.

Sí, es posible que aquellas miradas tuvieran razón, es muy posible que la locura se apoderara de mi aquel día y muchos más antes, y muchos más después. De ser así, oh, de ser así quiero estar loca, lo deseo. Loca de atar. ¡Qué maravilloso estado el de la locura! ¡Vuelve a mi y llévame contigo! ¿Por qué? Porque si me dejo llevar por la cordura lo único que veo es una taquilla, la taquilla de un cine, de un teatro o de un museo y dentro hay una joven de rostro inexpresivo, yermo y gris. ‘ Aceptamos efectivo y tarjeta de crédito’. la voz me habla, metálica y fría desde la taquilla. Yo respondo confusa ‘No, sólo necesito un poco de aire señorita, sólo un poco para vivir’.
La muchacha me regala la más gélida de las sonrisas: ‘Lo sé. También aceptamos cheques’.

sábado, 12 de marzo de 2011

Esta noche, sólo yo


Oigo el tintineo de las copas: alguien brinda por algo. Personas que tienen algo que celebrar. Estoy aquí dentro, en mi galería. He comido un plato precocinado de aspecto dudoso. Tengo un encargo que entregar mañana y no puedo pintar. No debería coger encargos que no me gustan. Es como tener sexo sin ganas, a menudo contraproducente.
Me levanto y camino descalza por mis pequeños dominios. Tengo frío. Hoy no quiero volver a casa. En breve será media noche y mañana me espera un día duro.
Oigo risas. Mañana por la noche yo también brindaré en ese mismo restaurante. Un suculento aunque algo escaso plato de la mejor cocina ahumará mi rostro sonriente. ¿Por qué sonreiré mañana? He decidido no pensar en el mañana, me centro en el ahora. Ni siquiera en el hoy, sólo el ahora. Es mejor así.
Las gentes caminan presurosas, los imagino engalanados para esta noche. Veo tras los infranqueables muros de mi galería. Huelo sus perfumes. El chocar de sus pulseras. Un teléfono suena a lo lejos. Nadie atiende.
Llevo un mes sin tomar una sola fotografía y ya noto la boca seca, el pulso acelerado. Me recuerdo a mi misma encerrada en la habitación de mi Riad...incapaz de volver a coger mis cámaras. Nada era ya real, todo era una fotografía. Cerré todas las ventanas, él sol de la mañana me recordaba que era un momento propicio para empezar a disparar. Me quedé a oscuras, me metí en mi estrecha cama y dormí. Soñé con las personas a las que había fotografiado, centenares, gentes en los campos, en el desierto, en pueblos y ciudades, gentes gentes y más gentes. Dormí hasta bien entrada la noche. A la hora de cenar fui a visitar a una familia que había conocido unos días antes. Me dieron de comer y la familia se reunió al completo conmigo, querían hablar de mis fotografías. Deseé irme, era demasiado para alguien como yo en aquellos días. Me llenaban la boca y me regalaban los oídos. Una de las hijas fue a su habitación y regresó con una carpeta, y con un gesto ceremonioso, me la entregó. Todos enmudecieron. Abrí la carpeta. Dibujos. Los miré con atención. Disfruté un rato del silencio. Intenté contar cuántos ojos habían posados en mi. Centré mi atención todo lo que pude en los trazos que se mostraban ante mi. El estilo era manga, los dibujos hablaban de adolescentes entrelazados en abrazos infinitos. Largas e imposibles cabelleras acariciaban el aire. Lágrimas de desamor. Al final de la carpeta habían dibujadas una especies de cacas con ojos. En serio, una de esas boñigas de Manga. Aguanté la risa. Levanté la vista solemne. Todos contenían la respiración... entonces la madre habló: “ nunca le ha enseñado esa carpeta a nadie” Comentario que el resto de la familia se apresuró a secundar con sendos movimientos de cabeza. “ claro señores, aquí hay peña desnuda y ustedes no enseñan ni el pelo”
Una frase estupida de las mías, y esa muchacha no volvería a coger un lápiz. ¿ quién era yo para hacer una cosa así? Soy alguien que no se otorgó tal derecho.

Espero que siga haciendo lo que más le gusta. Aunque lo haga sólo para ella misma. Espero que su país le deje algún día expresar a la personita maravillosa que llevaba dentro.

Me voy a casa.

Silvia Serra

miércoles, 23 de febrero de 2011

NOTA ANONIMA


Erase una vez yo. Estoy sentada en mi galería. Miro hacia la calle. Me da igual quien seas o como seas, pero me encuentro una y otra vez mirando de reojo a ver si te reconozco. Tengo tu nota anónima, aquí a mi lado. Releo la frase una y otra vez. Sonrío. Te veo introduciendo la nota por el buzón de la puerta de la galería. Soltando aquí tu pensamiento. Es bonito saber que alguien, quien sea, piensa eso de uno. Gracias. Aunque he dicho que no importa quien seas, he de ser honesta conmigo misma, el tipo que acaba de pasar con un tic el los ojos y un bolso rosa chicle, no me ha hecho mucha gracia. Por favor no seas él. Y puestos a pedir, tampoco seas ese hombre tan alto que ha pasado antes con el pelo sucio y la forma de la almohada incrustada al cráneo. Y ese que ha soltado un escupitajo de flema, tampoco seas ese, y qué me dices de no ser el tipejo de la obra de aquí al lado, un polaco que se toquetea por la calle...no seas ninguno de esos... Aunque sí podrías ser el guapísimo que ha entrado con un helado para preguntarme por el maldito Museo Picasso.

Bien, querido desconocido de pelo limpio, sin escupitajo ni bolso rosa chicle y que no se toquetea por las calles...gracias por tu bonita frase, necesitaba saber que cosas así aun pueden suceder.

P.D. Alfonso y Rubén, como esta haya sido una bromita vuestra os haré un pastel de flema Gran Reserva que os vais a enterar!!!