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martes, 3 de agosto de 2010

LA MENTIRA


La mentira, Pecado Capital según he podido saber. Tiene las patas muy cortas según he podido comprobar. La mentira es un sabueso que se esconde en la oscuridad, allá en una esquina esperando una señal. Cuando esta aparece, la bestia abre sus ojos, brillantes y rojos y saca sus garras. Esta te llama... su voz sibilina susurra: Deja que te acompañe, conmigo todo irá bien. Con estas palabras el sabueso empieza el cortejo del cualquier alma ignorante y cobarde. El cortejo sigue: Yo te protegeré...seré tu mejor aliado...juntos caminaremos por las sombras. Es entonces cuando la bestia empieza a devorar la mano que lo alimenta, primero acaba con la voluntad y no descansa hasta que logra dar con el discernimiento, la muerte de este último es la tortura más angustiosa que nadie pueda imaginar. Una vez conseguido este propósito, la mentira empieza a matar. Sus garras se posan en miembros sanos y puros, se posan en los brazos del amor, en las alas de la amistad y en las piernas de la fe y los amputa chapuceramente. Sólo hay uno que prevalece. El perdón. Este es inalienable, su ataque es pasivo, pero a pesar de ello la bestia le teme, el perdón purifica, el perdón anula todo acto de mala fe cometido. La Mentira es cobarde y carroñera desde sus inicios, el perdón borra toda su esencia.

Yo veo a la bestia, que se cree invisible entre otras destrezas. La huelo y la oigo arrastrarse, bate sus alas negras, con sus garras afiladas que lo arañan todo a su paso. Aprieto los dientes, siento hervir la sangre en mis sienes. Mi corazón se desboca y mi respiración se torna salvaje. Sus ojos rojos me hieren, mi bestia sale de su rincón. La ira. Es ella quien acude a mi llamada.La espuma espesa emana de sus boca de dientes afilados. Siento vergüenza. La ira quema como el fuego y arrasa con todo a su paso. Mi bestia se abalanza sobre su adversario y la ataca ferozmente hasta verlo reducida a despojos. La figura de un cuervo maltrecho es lo único que queda de la mentira. Mi guardián se aparta victorioso y el animalejo vencido emprende un vuelo renqueante. No me siento orgullosa, ¿ante qué mal sucumbo yo?

A veces busco el perdón, como guardián que mire a tu aliado cobarde con compasión, y lo derrote de una vez por todas. No alimentes más a tu bestia. Yo estoy urdiendo un plan para asesinar a la mía.