ecoestadistica.com

miércoles, 17 de marzo de 2010

EL FINAL DEL TRAYECTO


-Levántate-. Me dice la voz.
- No puedo- Contesto casi en un susurro.
- Sí puedes, yo te ayudaré, bombearé con furia y juntos nos levantáremos-. Insiste la voz
- No lo entiendes-. Respondo amargamente.- Mírame, no tengo piernas. No tengo brazos. Hasta las entrañas me han arrebatado. Mira, tampoco tengo riñones, ni hígado. Sólo quedas tú, me han dejado sola contigo para que sufra.
- Te prometo apaciguar el dolor, con el tiempo nos curaré y volveremos a tener alas para volar hasta dónde nuestros anhelos nos lleven-. Contesta la voz, que es dulce pero a veces se quiebra. Le falta el aliento.
- Ya no quiero volar. Colmaría tres vidas con el amor entregado. Fuimos uno sólo. Dos se convirtieron en uno. Lo dimos todo. Míranos ahora. Mutilados. Yermos. No quiero pensar, pensar duele, existir duele. No quiero oírte, ojala no te tuviera. Te arrancaría de mi pecho si pudiera. No tengo brazos. Háblame de su corazón. Cuéntame lo que sentiste al tocarlo.
- No-. Responde la voz. Se está marchitando pero ha cumplido su promesa y bombea con una fuerza espartana.
- ¡Hazlo! Recuérdame a qué olía su amor. Dime si su alma se encendía cuando nuestras manos se entrelazaban. ¡Dime a qué sabía el tacto de su mejilla!-. Pido con vehemencia.
- ¡No! Una y mil veces no!
- ¡Te lo suplico!-. Mi grito se transforma en una aullido.
- ¿Sabes lo que supondría acceder a tus deseos? Yo sí lo sé. No dispongo de mucha fuerza. Tengo de administrarla.
- ¿Desde cuando piensas tú juiciosamente? ¿Cuándo has atendido tú a razones? Yo no sé vivir así. Tú crees en la vida sobre todas las cosas mientras que yo, lo único que deseo es dejar de escuchar tu voz.
- Danos tiempo. Pronto sanaremos-. Asegura la voz mientras el bombeo se vuelve tan poderoso que pronto pasa a ser lo único que escuchamos.
- ¡No quiero sanar! ¡Si tan solo tuviera un brazo! ¡Te haría callar para siempre! Pero vuelvo a estar a tu merced, tú me has traído aquí, ¡traidor!
- Lo siento, yo no pienso. Ese es tu trabajo. Yo sólo siento-. Me contesta la voz que ahora arrastra las sílabas con reproche.
- ¿Recuerdas sus lágrimas de amor?
- No.
- Yo recuerdo sus manos cubriendo mis ojos, para luego liberarlos y frente a mi… el océano. ¿Recuerdas ese día?
- No.
- También viene a mi memoria el final de aquellas veladas en los restaurantes, yo tenía que partir y él me imploraba. ¡Recuérdame sus palabras!
- Las he olvidado.
- ¡Mientes! ¡Mientes corazón embustero, sucumbiste y ahora pretendes que nunca sucedió! Bailaste con él en plena calle, bajo la lluvia. ¡Lo hiciste tú! Yo nunca…
- ¡Tú nunca hubieras vivido de no ser por mí!-. La voz llora.
- No condenes al olvido las experiencias vividas. Prefiero que los recuerdos me maten a tener que vivir sin ellos.
- Todo irá bien, nos curaremos.
- Ya no hay cura posible, detente. Muramos de dolor, mira cuánta sangre. Se acaba el tiempo. Estoy cansada. Quiero dormir, dormir y no despertar.
- Duerme. Mañana será otro día. No te dejaré morir, no de dolor.